1. Come varias veces al día. Olvídate de ayunar o no comer nada entre horas. Incluye, si puedes, 3 comidas principales y al menos un tentempié; si pueden ser 2, mejor.
2. Prepara platos completos y equilibrados. Asegúrate de incluir una fuente de hidratos de carbono (cereal, patata, legumbre…), una fuente de proteína (pollo, pescado, huevos, tofu, lácteo…) y una fuente de grasa (aceite, aguacate, frutos secos…) en todas tus platos.
3. Incluye proteína también en el desayuno y en los tentempiés. Te saciarás más y durante más tiempo. Añade algo de jamón cocido o serrano a las tostadas; mezcla los cereales con yogur griego o queso fresco batido; merienda un sándwich o un yogur con unas nueces.
4. No restrinjas. No dejes de comer ningún alimento que te guste; busca la forma de incluirlo en cantidades moderadas y de forma equilibrada. Come la galleta después de una pieza de fruta y unos frutos secos; añade un poco de helado al bol con yogur.
5. No compenses ingestas. Si un día comes más no compenses comiendo menos antes o al día siguiente. Esto solo aumentará la probabilidad de tener ansia y ganas de comer y de que la próxima ingesta que hagas sea más descontrolada.
6. Permítete no comer a la perfección. Tener un plan de comidas o de alimentación está bien, pero no siempre será posible seguirlo (eventos, inconvenientes, urgencias…). Si te planteas seguir el plan de forma perfecta, cuando no puedas hacerlo te sentirás mal y culpable, y esto puede aumentar la ansiedad por la comida.